Autores
Amelia Gamoneda
Palabras clave
metarrelato, relato, Fredric Jameson, cartografía cognitiva

22 noviembre, 2011

Cita

“El mapa cognitivo [cartografía cognitiva] no es exactamente mimético (…); en efecto, los temas teóricos que plantea nos permiten renovar el análisis de la representación en un nivel superior y mucho más complejo.

(…)

Una estética de la cartografía cognitiva –una cultura política pedagógica que intente dotar al sujeto individual de un sentido más agudo de su lugar en el sistema global– deberá respetar necesariamente esta dialéctica de la representación, tan compleja en nuestros días, e inventar formas radicalmente nuevas de hacerle justicia.”

Fredric Jameson, “La lógica cultural del capitalismo tardío” en Teoría de la Postmodernidad, Trotta, Madrid, 1996.

Glosa

En nuestra cultura, el relato mítico integrador y portador de una comprensión del mundo cedió el paso a los grandes metarrelatos (Lyotard) en los que la posmodernidad ya no cree tras el progreso de las ciencias. La ciencia se encuentra pues hoy privada de una legitimación ético-política procedente de tales metarrelatos, y son conocidos los provisionales repuestos legitimadores que la posmodernidad le ha adjudicado: los unos procedentes de la interacción comunicativa, los otros de la eficacia instrumental… De la relativización de su valor como forma de conocimiento y de su permeabilidad constitutiva a determinaciones sociales específicas se deriva la categoría actual de “texte” que –al igual que casi todo lo existente en nuestro mundo– ostenta hoy la ciencia. La ciencia ofrece pues esta legibilidad.

Los modos de comprensión del mundo siguen pasando en nuestro cerebro por la forma del relato, o al menos por un sistema de interrelaciones (en términos de conexiones físicas, políticas, simbólicas…) susceptibles de sintaxis y de narratividad. Tal pudiera ser el carácter de la “cartografía cognitiva” (Jameson) capaz de captar un conocimiento complejo y no representable cual es el del espacio cultural del capitalismo tardío, y de vincularlo a la vivencia y la experiencia inmediata del individuo. Dicha cartografía reactiva –bajo forma fragmentada– la ya antigua vocación de totalidad de los metarrelatos modernos: señal de que lo “antiguo” puede volver como presente en una temporalidad tan alterada como la posmoderna. Y de que, con ello, puede abrirse paso el impulso narrativo – reducido en nuestra primera posmodernidad a “relato minimalista”, es decir, a comprensión gnómica–, quizá ahora curado de metarrelatos salvíficos.

Restituir a la ciencia y al arte sus propios modos de contarse –¿con valor autolegitimador?– nos conduce a interrogar sus relatos. Interrogar a la ciencia y al arte sobre sus modos de engendrar relato y de contarse a sí mismos es orientarse hacia una visión integrada de comprensión del mundo. La exploración de las formas de articulación de la ciencia y el arte ha de revisar la sintaxis de sus respectivos relatos, esto es: la sintagmática en que se expresan las relaciones internas de cada uno; y ha de buscar también los modos de una eventual traductibilidad sintáctica entre la ciencia y el arte.

Jameson –en otro contexto que pudiera ser correlativo a éste– hablaba de rastrear la presencia de deseos e insatisfacciones colectivas no sólo en los contenidos literarios, sino en la relación forma-contenido que, dentro de lo literario, esa presencia pudiera demandar. En este sentido, la actividad exploratoria que la literatura –y el arte– ejerce sobre su propia naturaleza la dota de una plasticidad que la predispone bien ante la sintaxis de otro relato: son buenos augurios para el injerto del relato científico. Un injerto científico-literario que no es, pues, un cambio de contenidos del discurso, sino una metamorfosis estructural y funcional del relato.