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Las matemáticas explican, ayudan a entender e intervienen en nuestro mundo. Y lo hacen desde el escepticismo a priori. Es decir, en matemáticas —como en las otras disciplinas científicas— solo puede aceptarse aquello que está acreditado a través de un argumento lógico, razonado, riguroso… y validado por pares. Solo se acepta aquello que ha sido demostrado completamente. Muchos de los razonamientos que llevan a resultados en esta disciplina ocupan centenares de páginas o precisan años de verificaciones por parte de personas expertas. Hasta que todo ese proceso no ha finalizado no se puede hablar de una ‘verdad matemática’.

Esta descripción de quehacer matemático —y también la ‘mala fama’ que persigue a esta disciplina— podría llevar a pensar que las matemáticas son frías, pura mecánica, números y algoritmos funcionando. Sin embargo, como decía la grandísima matemática Sofía Kovalevskaya (1850-1891):

Muchas personas que no han estudiado matemáticas las confunden con la aritmética y las consideran una ciencia seca y árida. Lo cierto es que esta ciencia requiere mucha imaginación.

Y realmente la requiere. La imaginación no está reñida, de ninguna manera, con el rigor. […]

Marta Marcho Stadler

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