Del después somos buenos conocedores; al antes volvemos retrospectivamente tratando de encontrar al responsable de lo insólito: la manzana de Newton, el café negro para Poincaré o la magdalena en el caso del narrador de Proust son algunos de los célebres culpables de que, desde que Arquímedes saliera de su bañera con la idea del empuje hidrostático, ciertos gestos cotidianos refuercen el misterio del cerebro. Menos nítido resulta el instante en el que se ensamblan las piezas de un razonamiento que se dejará ver como súbita sensación de evidencia. La secuencia de lo que conocemos como eureka, epifanía o ilusión parece ser entonces, para quien la experimenta, más un salto brumoso entre dos momentos de consciencia interrumpidos que una conclusión lineal de empeño razonado.
Parte de esta ilusión milagrosa no puede todavía naturalizarse, pues la conversión de no-consciencia en consciencia continúa en la actualidad sin esclarecerse. Sin embargo, el volumen editado por Amelia Gamoneda y Francisco González trae consigo toda la luz que pueden arrojar las ciencias cognitivas, la semiótica, la crítica literaria y la literatura —especialmente la poesía, con su notable propensión a la metáfora—, la estética y la cultura sobre estos epifenómenos.
Candela Salgado Ivanich