En un trabajo introductor que va más allá del estricto formalismo académico, penetrando de modo consciente en el terreno del ensayo con espíritu de narración, hasta alumbrar un texto que acaba por reclamar su autonomía frente al objeto de estudio que lo justifica, Francisco González Fernández sitúa en el origen de su extraordinaria edición a Las intermitencia del ser, de Antonin Artaud, la buena nueva de una anunciación y el relato estricto de un fracaso. Lo que en estas páginas se dirime es, en efecto, un sacrificio: el rechazo de los versos de un poeta propiciarán, paradójicamente, la consagración de un escritor sin epígonos. Como pocas veces habrá sucedido a lo largo de la historia, un autor, Antonin Artaud, penetra por la puerta grande de la literatura del siglo gracias a un rechazo editorial.
[…] Las intermitencia del ser recoge ejemplos variados de la creatividad de Artaud: poemas exultares de imágenes, cartas amenazadoras y jocosas, brevísimas piezas teatrales, insultos a la autoridad, aforismos de aroma cabalístico. Si la vida, siguiendo el criterio autora, consiste en «sumar preguntas», la escritura lucha por mantener sin fracturas el cristal frágil de la conciencia. Por ello «mente» es la palabra más recurrente en estos textos. Porque la aventura creativa de Artaud es la de un hombre consciente de hallarse ante un abismo: el de su cordura herida. La mayoría de escritores luchan por dotar de sentido a su tarea: Artaud debía además pelar para que su conciencia no se hiciera pedazos mientras intentaba apresar el mundo. […]
Ricardo Menéndez Salmón